Empezaba la típica época en que, dormías con una pierna fuera de la sabana. Ni frío ni calor. Oportunamente empezaba justo cuando por dentro dejé de sentir ni frío ni calor. Neutralidad bendita. Sin embargo llegaban las noches y algo fallaba. Algo faltaba. De vuelta al insomnio, me daba cuenta del que.
Dormía inconscientemente en el lado derecho de una ancha cama de matrimonio y caí después de mucho. La ausencia de un arrullo. De uno en especial, supongo, con el que solía centrar mi atención al dormir. Tan relajante. Miré al suelo, donde hoy roncaba mi compañero cuadrúpedo y no, no era ese el que necesitaba. Era otra, la respiración que me acompañaba e ahuyentaba al insomnio. Noches más largas que el propio día.
La costumbre es algo tóxico.
Adaptarse o morir.
Dormía inconscientemente en el lado derecho de una ancha cama de matrimonio y caí después de mucho. La ausencia de un arrullo. De uno en especial, supongo, con el que solía centrar mi atención al dormir. Tan relajante. Miré al suelo, donde hoy roncaba mi compañero cuadrúpedo y no, no era ese el que necesitaba. Era otra, la respiración que me acompañaba e ahuyentaba al insomnio. Noches más largas que el propio día.
La costumbre es algo tóxico.
Adaptarse o morir.
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