
Abrió los ojos repentinamente en mitad de la noche despertada por el estruendo de una tormenta. Miró a su alrededor y solo estaba ella, su gran colección de peluches y su habitación con sus adornos infantiles dignos de una niña de 9 años, nadie más. Llevaban poco tiempo viviendo en aquella casa. De día no hacía falta encender las luces pues había unas grandes ventanas que iluminaban la mayoría de la casa, pero de noche la cosa cambiaba, todo se volvía terrorífico y se le aceleraba el corazón al recorrer aquel corto, aunque largo en la oscuridad, pasillo. Volviendo al momento de su despertar a media noche, se dio cuenta que ella no estaba y aún después de haber pasado 10 largos años desde aquella noche no logró entender porque se le aceleró el corazón al no verla. Se levantó, y como de costumbre no se puso sus zapatillas, encendió la luz y miró en la habitación de su hermano mayor y menor. Solo dos respiraciones logró escuchar, la de dos chicos durmiendo tranquilamente sin ni siquiera darse cuenta que su hermana los miraba. Seguidamente miró en el baño, en ambos, incluso en el que siempre le daba la impresión que algo malo tenía que ocurrir allí por lo cual nunca entraba. Su desesperación aumentaba cuando ya solo quedaba una habitación en la que mirar. Abrió la puerta y en aquella gran cama de matrimonio, no había nadie. Sus primeras lágrimas empezaron a derramarse, no entendió porque pensó que ella había desaparecido y chillando su nombre mientras sollozaba la buscaba aterrada por si no la volvía a ver. Ya en el salón casi vencida de que ella había desaparecido una mano con calidez conocida posó su mano sobre su hombro y le preguntó el porque de sus lágrimas, la pequeña mientras intentaba evitar que el hipó no la dejará hablar contestó:
-La Lavinia no está durmiendo conmigo, se ha ido.
El dueño de esa gran calidez sonrió de manera tierna, la cogió de la mano y la llevó hasta la habitación con aquella gran cama de matrimonio que anteriormente había visto vacía. Abrió la puerta y le señaló lo que había debajo de esas sabanas.
-Está allí.
Una gran alegría de repente le quitó el miedo que le había encogido el corazón hacía un momento y que le había echo pasar sus peores diez minutos que había tenido nunca, incluso cuando su perro le había roto su barbie recién comprada. Entró disparada hacía la cama, abrió la sabana y se puso a dormir a su lado, sin pensar en que había echo que antes al mirar en aquella misma habitación no la hubiese dejado ver que ella estaba allí.
Quizás la oscuridad a veces no te deja ver lo que siempre ha estado delante de ti.
"Nunca te he contado esta historia pero es tan real como que eres mi hermana."
Att; Nadine.
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