Me miraba desde el otro lado de la habitación. Me miraba con curiosidad, los ojos fijos y las orejas levantadas. Me miraba porque yo la estaba mirando. Me hablaba. Me decía que quería entenderme pese a serle imposible. Que me entendía aunque no fuera realmente así. Absurdamente esa es la actitud que buscamos o necesitamos, más bien. Sentí un vuelquito en el estómago y me reí. Se levanto e hizo amague de subirse a la cama y no se lo pude negar. En ese instante no necesite nada más.
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