martes, 7 de abril de 2015

De niña me hicieron una prueba de sordera. Al final resultó que no es que tuviera problemas de oído, mas bien eran retales de un mundo interior demasiado profundo. Yo creo que a la profesora de parvulario le molestaba tener que llamarme mas de dos veces hasta recibir respuesta. No es que tenga un trauma. Tampoco lo escribo para desahogarme. Mas bien es un calculo. Cuanto tiempo pasé construyendo un mundo mejor en mi interior? Y lo que es peor, cuanto tiempo estuve viviendo en el? Tan horrible era la vida ahí fuera y si es así, porque no la recuerdo así? Siempre me gustó la calma que encontraba en mi mente. Contrastaba con el ocasional temblor de mi manos, el tic de la pierna o el de morderme el labio, o esa incomodidad que me producía la velocidad y fuerza de mi pulso en algunas situaciones, el comerme las uñas, rizar el rizo, chuparme el dedo.
El piano, los arboles balanceándose al viento, la música, viajar en coche, el arrullador sonido de las olas cuando te echas en la arena o pintar. Pintar y observar puede que sean las cosas que mas me gusta hacer. Observar. Sobretodo observar, y escuchar. Cosas que nadie se para a escuchar. Cosas que nadie se para a observar. Observar a un gato y el sutil sonido de sus delgadas pata arremetiendo contra el suelo. El jadeo de un perro y la gota de baba que esta a punto de lanzarse al vacío. A donde irá esa babosa?. Hay una estrellita en el suelo del metro. Observar el suelo. Alzar la vista cuando voy en bus, como se mueven los edificios. Un pájaro, escuchar como pía y observar como vuela. Escuchar su respiración y observar su espalda. Observar sus facciones y escuchar su risa. Observarlo a el y escucharme a mi...y que me guste. No se cuanto tiempo viví en ese mundo, con los ojos cerrados, pero se cuando los abrí y como de maravillosa me sentí.

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En mi condición de intensa, sigo, modestamente con bastante éxito en un viaje de búsqueda de puntos medios, de alejarme de que las cosas sea...